Toda y cada una de las posesiones materiales que tengo están en mi mochila, podría decir que llevo mi casa al hombro, literalmente. Y después de viajar de esta forma he aprendido dos valiosas lecciones que espero te sirvan.

La primera cosa que aprendí viajando de mochilazo es que no necesitamos nada, materialmente hablando.

He aprendido a vivir con tan poco que me he dado cuenta que la mayoría de las cosas que cargo son por comodidad y no necesidad, cada una de las cosas que están en mi mochila cumplen un propósito especifico y necesario que me brindan más comodidad, pero si no estuvieran no habría problema.

Aprendí a vivir con poco y tan sólo con lo necesario, incluyendo ropa. Literalmente estoy viajando con 2 pares de pantalones y 4 camisas, no necesito más.

Mi filosofía para mantener las cosas al mínimo indispensable y evitar comprar más cosas en el camino es que tiene que cumplir 2 criterios, si no cumple los dos entonces no se va conmigo.

El primero es: ¿Me va a servir más de una vez o realmente lo usaré?  Algo que sea de un solo uso no me sirve, tan sólo ocupará espacio y peso en mi mochila, un lujo que no me puedo permitir

Y la segunda es, algo nuevo que entra a la mochila, algo viejo tiene que salir. Es un principio de sustitución, no de adición.  Añadir más cosas a mi mochila sólo ocasionará que me preocupe por mis pertenencias y esté pensando cosas como: “¿Estará seguro aquí?” O “tengo que tener cuidado, de lo contrario podría romperse”. Pero lo más importante es, aumentará el peso.

Viajar con una mochila me ha enseñado que no puedo cargar peso, ni material o emocionalmente. Tengo que aprender a dejar ir. Al inicio te será sencillo caminar con todo el peso que quieras ponerle a tu mochila o tu vida, después de un rato este comenzará a pasarte la cuenta.

Apegarse a las cosas o a las emociones eventualmente se convertirán en un bulto que te impedirán caminar y seguir, preferirás quedarte en un lugar y descansar con tal de no cargar más con ellas.

Es sencillo hacernos de cosas cuando estamos en un lugar fijo y sin movernos, tenemos donde guardarlas, donde dejarlas olvidadas y recurrir a ellas cuando las necesitamos, algo que rara vez sucede.

El desapego material y emocional es quizás la lección más importante que me ha dejado viajar con mochila al hombro. No debo arrastrar emociones, y mucho menos cosas innecesarias.

Ser desapegado no significa ser desinteresado, muy al contrario. Ser desapegado hace que le des valor a las cosas que tienes que darle valor. Cuido las pocas pertenencias que tengo pues sé que me son útiles y me ayudarán a seguir viajando, procuro las amistades y familiares pues son los que me apoyan en todo momento.

Desapegarse cuando viajas no significa decir adiós a todo y alejarte del mundo, significa revalorizar tu emociones y posesiones.

Te recomiendo que el próximo viaje que hagas lo hagas con mochila al hombro, no te lleves una mochila que no puedas ponerte por tu cuenta, al igual que no te lleves emociones que no puedas manejar tu sólo. Y si lo haces, el andar te obligará a dejarlas pues te darás cuenta que no tiene caso seguirlas cargando.